Clarice Lispector - La hora de la estrella (fragmento)



Discúlpenme, pero voy a seguir hablando de mí, que soy mi desconocido, y al escribir me sorprendo un poco porque he descubierto que tengo un destino. Quién no se ha preguntado: ¿soy un monstruo o esto es ser una persona?

Antes quiero afirmar que esa chica no se conoce sino a través de vivir a la deriva. Si fuese tan tonta como para preguntarse «¿quién soy yo?», se espantaría y se caería al mismo suelo. Es que el «¿quién soy yo?» provoca necesidad. ¿Y cómo satisfacer la necesidad? Quien se analiza está incompleto.

La persona de la que voy a hablar es tan tonta que a veces sonríe a los demás en la calle. Nadie responde a su sonrisa porque ni la miran. Vuelvo a mí: lo que escribiré no puede ser absorbido por mentes de mucha exigencia y ávidas de cosas sublimes. Porque lo que diré será apenas algo desnudo. Aunque tenga como telón de fondo –y ahora mismo– la penumbra atormentada que siempre hay en mis sueños cuando de noche, atormentado, duermo. Que no esperen, pues, estrellas en lo que sigue: nada brillará, se trata de un material opaco y por su propia naturaleza despreciable para todos. Es que a este relato le falta la melodía cantabile. Su ritmo a veces resulta desacompasado. Y tiene hechos. De pronto me apasioné por los hechos sin literatura; los hechos son piedras duras y obrar me está interesando más que pensar, de los hechos no hay cómo huir.

 

Comentarios

Últimas entradas